La Resiliencia, la fuerza de la esperanza y la fe en nosotros mismos

En psicología hay una palabra que se utiliza cada vez con mayor frecuencia para explicar una parte muy importante del ser humano, y es esa capacidad que tienen muchas personas de enfrentarse y vivir situaciones dolorosas y traumáticas o de estar inmersos en ambientes novicios sin que estas experiencias terminen destruyéndolos o derrotándolos, es la metáfora del submarino que se hunde a grandes profundidades y soporta una cantidad impresionante de presión bajo el agua para terminar saliendo a flote.

Nos referimos a la resiliencia, una palabra que nos ayuda a dar nombre a todas esas cualidades y fortalezas que hay en los seres humanos que precisamente les permiten, a pesar de la rudeza y las dificultades de la vida, no perder lo maravilloso y grande de su humanidad y evitan que terminen convertidos en seres marchitos o incluso, en especie de monstruos que solo encuentran en la venganza, la violencia y la destrucción el sentido de sus vidas.

Para explorar el interesante significado de esta palabra y su uso en la explicación del comportamiento humano, lo primero que tenemos que decir es que su origen o raíz está en el latín, del término resilio, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. Es decir la capacidad para rebotar sin resultar deformado.

Este significado puede confundirnos porque nos hace pensar en situaciones más relacionadas con la física que con el comportamiento humano y en un principio fue así, pero se empieza a usar en otros contextos como es el caso de las ciencias ecológicas, para describir la tendencia de un ecosistema natural a recuperarse después de haber sido sometido a fuerzas extremas como inundaciones o sequias, así también pasó a las ciencias sociales para explicar cómo niños o niñas que nacieron en ambientes extremos de pobreza y de maltrato podían lograr convertirse en adultos funcionales y felices.

De esta forma tenemos que recordar a dos de los principales investigadores sobre la resiliencia, que experimentaron en sus propias vidas el significado de esta palabra. El primero de ellos es Boris Cyrulnik  neuropsiquiatra y psicoanalista, quien sufrió la muerte de sus padres  en un campo de concentración Nazi, de donde él pudo escapar con tan solo 6 años para terminar deambulando en diferentes orfanatos y centros de atención infantil.

Boris Cyrulnik afirma que su salvación estuvo al llegar a una granja de beneficencia en donde unos vecinos de este sitio le enseñaron a enamorarse de la vida a través de los libros y el deporte. Este neuropsiquiatra es uno de los principales teóricos de la resiliencia aplicada al comportamiento humano, y era claro en afirmar: “la resiliencia es un mensaje de esperanza , porque en psicología nos habían enseñado que las personas quedaban formadas a partir de los cinco años. Los niños mayores de esa edad que tenían problemas eran abandonados a su suerte, se les desahuciaba y, efectivamente, estaban perdidos. Ahora las cosas han cambiado: sabemos que un niño maltratado puede sobrevivir sin traumas si no se le culpabiliza y se le presta apoyo». 

Así mismo destaca que este proceso puede verse como una fuerza contradictoria que se da en los seres humanos: “La parte de la persona que ha recibido el golpe sufre y produce necrosis, mientras que otra parte mejor protegida, aún sana pero más secreta, reúne, con la energía de la desesperación, todo lo que puede seguir dando un poco de felicidad y sentido a la vida»

De esta forma Cyrulnik nos está mostrando varios elementos fundamentales en los procesos de resiliencia, que son el cariño y apoyo por parte de otros seres humanos y la fuerza que podemos encontrar en la creatividad, a través de las artes, del deporte, del humor, por esta razón muchas personas hablan por ejemplo de la importancia y el poder curador en sus vidas de escuchar música, de escribir, de no perder la capacidad de reírse y sobre todo de recibir y dar afecto. En términos de este neuropsiquiatra es: “reforzar la parte sana de ustedes con el fin de luchar contra las magulladuras y volverse humanos a pesar de todo”

En esta misma dirección apunta las investigaciones y todo el trabajo que en materia de resiliencia desarrolló la doctora Emmy Werner, quien lideró uno de los estudios más importantes, si no es el más, sobre la resiliencia. Ella al igual que el doctor Cyrulnik, tuvo una infancia muy traumática y fue sobreviviente de la segunda guerra mundial, donde tuvo que ver morir a familiares y a otros niños y niñas, refugiándose en el amor por los libros y la compañía de su perro alcohólico, como ella muy divertida lo describe, al narrar como se escondían de los bombardeos en una bodega de vinos y mientras ella leía, su perro lamía los residuos de vino en el suelo.

Emmy Werner estudio por casi 40 años a una comunidad en Hawai, realizó un seguimiento a 700 niños nacidos en un mismo año para evaluar las circunstancias de su nacimiento y las condiciones físicas, familiares, sociales y psicológicas en las que iban creciendo.

La hipótesis de partida era que los niños que no recibían cuidados maternos, que vivían en condiciones de pobreza ó de violencia, eran más susceptibles de sufrir problemas de comportamiento y de aprendizaje, de caer en la delincuencia y de sufrir problemas emocionales en la edad adulta, que aquellos otros niños que vivían en un entorno seguro a nivel emocional, que no sufrían pobreza y sus condiciones familiares eran buenas.

Con este estudio se logró probar en una gran parte esta hipótesis, sin embargo hubo una excepción, y algunos de los niños que fueron clasificados en el grupo de más alto riesgo lograron superar todas estas dificultades y se convirtieron en adultos sanos y plenos, a los niños de este grupo se les llamó héroes o “niños de oro”

En todos estos niños y niñas que logran superar las dificultades, la investigación de Emmy Werner encontró un elemento común, la presencia de una persona que creyó en ellos, que les brindó confianza, cariño, respeto y los aceptó tal cual eran. En palabras de la misma doctora Werner: “sólo necesitamos a un único adulto que confíe en nosotros y que nos acepte incondicionalmente, que nos muestre su afecto y nos quiera. Con esto, seremos vulnerables pero invencibles”

De esta manera, el estudio sobre la resiliencia también nos recuerda la importancia de la solidaridad y la empatía, a veces no somos conscientes del valor que puede tener para otro ser humano un sencillo gesto de amabilidad o cariño, a veces con sólo escuchar a una persona con atención y haciéndole sentir que es importante se puede generar en ella la chispa que le permita desarrollar toda la fuerza de la resiliencia que hace que los seres humanos saquemos lo mejor de nuestra naturaleza en medio de las dificultades.