Saberes ancestrales, fuente de sanación para mujeres víctimas de violencia
Las mujeres rurales en Colombia se encuentran entre las principales víctimas del conflicto armado, son innombrables los vejámenes, los sufrimientos, las heridas y todo el dolor que han dejado más de 50 años de violencia en sus cuerpos y en sus almas.
Muchas de estas mujeres tuvieron que llevar esta tragedia de manera silenciosa, sin apoyo, con una sociedad que les dio la espalda por mucho tiempo, que también contribuyó a quitarles ese derecho a ser escuchadas, a que se les reconociera todo su dolor y sobre todo a recibir protección, reparación, apoyo y compañía para sanar sus heridas y reconstruir sus vidas.
Hasta ahora el país comienza a tomar conciencia de las dimensiones de estos crímenes, de acuerdo con el Registro Único de Víctimas, más de tres millones de mujeres rurales fueron desplazadas, representando el 51% del total de la población que en Colombia sufrió el desplazamiento forzado, fueron el 90 % de las víctimas de la violencia sexual en el marco del conflicto armado, cerca de 500 mil fueron asesinadas, más de 3 mil fueron víctimas de tortura, entre otros hechos víctimizantes.
Cuando preguntamos qué pasó con estas víctimas, hoy nos encontramos con muchas mujeres que lograron recuperarse e iniciar importantes procesos de resiliencia, de reconciliación y de sanación.
Lo más interesante es que muchas no lo hicieron a través de procesos psicoterapéuticos tradicionales, la gran mayoría de estas mujeres no contaron con la posibilidad de acceder a una terapia psicológica o psiquiátrica, entonces encontraron en sus saberes ancestrales la forma de curarse, a través de su cultura, de sus cantos, de sus bailes, de su artesanía, de su tradición oral, de su gastronomía y la relación con sus territorios.
A través de toda esta riqueza ancestral y cultural estas mujeres han logrado hacer procesos de catarsis para liberar y sanar todas las heridas y cicatrices que quedaron en sus almas. Importantes lideresas, comparten sus procesos de sanación ancestral con excelentes resultados.
La hora de las lavanderas
Jazmín García Caicedo, representante del Colectivo de Mujeres La Voz de Las Víctimas, con la alegría y el cariño de las mujeres afrodescendientes , lidera un ritual denominado “La Hora de las Lavanderas”, proceso que empezó en el municipio de Turbo, Antioquia, con 14 mujeres, que al día de hoy ya tiene 123 integrantes, del que se benefician mujeres de todo el Urabá, del Darién, de los departamentos del Chocó y Córdoba.
Jazmín explica que lavar la ropa es todo un ritual con diferentes etapas, está la de la clasificación por colores, por texturas, por el tipo de suciedad, para después separarla, también hay una manera de lavarla, de humedecerla, enjabonarla y de restregar, para limpiar y quitar toda la suciedad, utilizando si es necesario el manduco o pala con la que golpean la ropa hasta que quede limpia.
Así es también este proceso de sanación, las mujeres se reúnen en una primera fase que denominan “ponchera”, donde se encuentran y mientras lavan su ropa, conversan y a través de esta charla empiezan a saber que le pasó a cada una, en qué estado emocional se encuentra, para comenzar hacer una separación, para ver qué tipo sufrimiento tienen, de cual violencia han sido víctimas, para luego formar grupos.
De esta manera, Jazmín nos dice que de nuevo se convoca a estas mujeres a otro encuentro, en un espacio para compartir, donde se trenzan su pelo, cantan alabaos, arrullos, se hacen masajes y narran sus historias. Después, viene otro encuentro, en el mar, en una lunada donde bailan al ritmo de bullerengues o chirimías, donde comparten la deliciosa gastronomía de nuestras costas Pacífica y Caribe y se escucha los relatos de las mujeres mayores, las más sabias, para generar un intercambio generacional de saberes, es de esta forma que ellas limpian sus heridas, hacen catarsis y sanación.